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DECLARACIONES DEL PRESIDENTE SOBRE LA ECONOMÍA

THE WHITE HOUSE

Oficina del Secretario de Prensa

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Para publicación inmediata                6 de diciembre de 2011 

DECLARACIONES DEL PRESIDENTE
SOBRE LA ECONOMÍA 

Osawatomie High School

Osawatomie, Kansas

12:59 P.M. CST

     EL PRESIDENTE: Muchas gracias a todos.  Les agradezco, por favor, que tomen asiento.  Muchísimas gracias.  Gracias.  Buenas tardes a todos.

     PÚBLICO: Buenas tardes.

    EL PRESIDENTE: Bueno, quiero comenzar dándoles las gracias a algunas personas que están aquí con nosotros en el día de hoy. Tenemos aquí al alcalde de Osawatomie, Phil Dudley.  (Aplausos.)  También tenemos de visita al superintendente de ustedes Gary French.  (Aplausos.)  Y además tenemos al director de la escuela Osawatomie High, Doug Chisam.  (Aplausos.)  Y yo he traído a su antigua gobernadora, que actualmente está haciendo una magnífica labor como Secretaria de Salud y Servicios Humanos: aquí tenemos a Kathleen Sebelius.  (Aplausos.)  Nos encanta tener a Kathleen.

Pues bien, me siento muy a gusto de estar nuevamente en el estado de Tex -- (Risas.) -– estado de Kansas.  Yo estaba poniendo en aprietos a Bill Self, que estaba aquí hace un tiempo.  Como muchos de ustedes saben, yo tengo raíces aquí.  (Aplausos.)  Estoy seguro que todos ustedes están familiarizados con los Obama de Osawatomie.  (Risas.)  En realidad, quiero decirles que mi nombre me viene de mi padre, pero yo recibí mi acento, así como mis valores, de mi madre.  (Aplausos.)  Ella nació en Wichita.  (Aplausos.)  Su madre se crió en Augusta.  Y su padre era de El Dorado.  De manera que mis raíces de Kansas van lejos.   

Mis abuelos sirvieron durante la Segunda Guerra Mundial.  Él era soldado en el ejército de Patton; ella trabajaba en la cadena de montaje de aviones bombarderos.  Los dos juntos compartían el optimismo de una nación que triunfó sobre la Gran Depresión y sobre el fascismo.  Ellos tenían fe en un país en que el trabajo duro obtenía resultados, y donde se recompensaba la responsabilidad, y donde todo el que lo intentara podía salir adelante, independientemente de quién uno fuera, de donde viniera, y de cuáles fueran sus antecedentes.  (Aplausos.)

Y estos valores dieron lugar a la mayor clase media y a la economía más sólida que el mundo jamás haya conocido.  Fue aquí en los Estados Unidos que los trabajadores más productivos y las compañías más innovadoras generaban los mejores productos del mundo.  ¿Y saben qué?  Todas las personas en Estados Unidos compartían ese orgullo y ese éxito; desde los que estaban en las oficinas ejecutivas hasta los que ocupaban posiciones administrativas de mediano nivel hasta los que trabajaban en una fábrica. (Aplausos.)  Es decir, que uno podía tener cierta confianza en que, si uno hacía su mayor esfuerzo, podía ganar lo suficiente para criar a su familia y enviar a sus hijos a la escuela y tener cubierto su seguro médico, así como guardar un poco para la jubilación. 

Actualmente, seguimos teniendo en nuestro país los trabajadores más productivos del mundo.  Seguimos teniendo aquí las compañías más innovadoras del mundo.  Sin embargo, para la mayoría de los estadounidenses, el negocio básico que hizo grande a este país ha desaparecido.  Mucho antes de que sintiéramos la recesión, el trabajo duro dejó de recompensar a mucha gente. Cada vez menos de la gente que contribuyó al éxito de nuestra economía se beneficiaba realmente de ese éxito.  Aquellos que se encuentran en la cima de la sociedad se hicieron cada vez más ricos como producto de sus ingresos y sus inversiones, realmente más ricos que nunca antes.  Pero, todos los demás sufrían con los costos que se incrementaban y sueldos que no aumentaban; demasiadas familias se encontraron en una situación de acumular una deuda sobre otra sólo para mantenerse a flote. 

Pues así, durante muchos años, las tarjetas de crédito y los préstamos sobre el valor líquido de las viviendas encubrieron esa dura realidad.  Sin embargo, en el año 2008, la casita de papel se derrumbó.  Todos conocemos bien la historia: Se vendieron hipotecas a gente que no podía pagarlas, e incluso a veces ni siquiera entenderlas.  Los bancos y los inversionistas permitieron que se siguiera empaquetando el riesgo y se vendiera.  Eran apuestas gigantescas, así como bonos gigantescos, ganados poniendo el dinero de otra gente en juego.  Se suponía que los reguladores nos advirtieran sobre los peligros de todo esto, pero se hicieron de la vista gorda o simplemente no tenían autoridad para darle un vistazo a la situación. 

Eso estuvo muy mal.  Combinó la avaricia desmedida de unos cuantos con la irresponsabilidad que permeaba el sistema.  Por lo tanto, hundió a la economía y al mundo en una crisis de la que aun seguimos luchando por recuperarnos.  Esto cobró los trabajos y las viviendas y la seguridad básica de millones de personas; gente inocente y trabajadora que había cumplido sus responsabilidades y sin embargo quedaron cargando el muerto. 

Y, desde entonces, ha habido un debate incontenible sobre la mejor manera de restablecer el crecimiento y la prosperidad, restablecer el equilibrio, y restablecer la justicia.  A través de todo el país, ha suscitado protestas y movimientos políticos; desde el partido de té hasta la gente que ha estado tomando las calles de Nueva York y otras ciudades.  Esto ha dejado a Washington en un estado casi constante de paralización.  Ha sido el tema de discusiones acaloradas y a veces pintorescas entre los hombres y mujeres que están postulados para ser presidente.  (Risas.)   

Sin embargo, Osawatomie, éste no es simplemente otro debate político.  Éste es el asunto determinante de nuestra época.  Éste es un momento decisivo para la clase media, y para todos que están luchando para llegar a la clase media.  Porque lo que está en juego es si éste será un país en que la gente trabajadora puede ganar lo suficiente para criar a su familia, guardar unos ahorros modestos, ser dueña de su casa, y asegurar su jubilación. 

Ahora bien, en medio de este debate, hay algunos que aparentemente padecen de un tipo de amnesia colectiva.  Después de todo lo sucedido, después de la peor crisis económica, la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, ellos quieren regresar a las mismas prácticas que nos hicieron caer en este enredo.  De hecho, quieren regresar a las mismas políticas que le colocaron la trampa a la clase media durante demasiados años.  Y su filosofía es sencilla: Nosotros estamos mejor cuando todos quedan para valérselas por su cuenta y jugar bajo sus propias reglas. 

Yo estoy aquí para decirles que ellos están equivocados.  (Aplausos.)  Estoy aquí en Kansas para reafirmar mi fuerte convicción de que somos mejor estando todos juntos que cuando estamos cada uno por su cuenta.  Creo que este país tiene éxito cuando todos tienen una oportunidad justa, cuando todos hacen la parte que les corresponde, cuando todos juegan bajo las mismas reglas.  (Aplausos.)  Éstos no son valores demócratas ni valores republicanos.  Ni tampoco son valores del 1 por ciento ni del 99 por ciento.  Estos son los valores de los Estados Unidos.  Y tenemos que recuperarlos.  (Aplausos.)  

La realidad es que ésta no es la primera vez que Estados Unidos ha enfrentado esta disyuntiva.  A principios del siglo pasado, cuando una nación de granjeros se estaba convirtiendo en el gigante industrial del mundo, tuvimos que decidir: ¿Queríamos conformarnos con un país en que la mayoría de los nuevos ferrocarriles y fábricas estaban controlados por unos cuantos monopolios gigantes que mantenían los precios altos y los salarios bajos?  ¿Íbamos a permitir que nuestros habitantes e incluso nuestros niños trabajaran horas inhumanas en condiciones que eran peligrosas y malsanas?  ¿Íbamos a restringir la educación a unos cuantos privilegiados?  Porque había gente que pensaba que la desigualdad masiva y la explotación de la gente era simplemente el precio que se paga por el progreso. 

Theodore Roosevelt no estuvo de acuerdo. Era el hijo republicano de una familia adinerada. Elogió a los capitanes de la industria sus logros en la creación de trabajos y el crecimiento de la economía. Creyó entonces en lo que seguimos reconociendo como cierto hoy, que el mercado libre es el mayor motor del progreso económico de la historia humana. Nos ha llevado a una prosperidad y a un nivel de vida sin paralelos en el resto del mundo.

Pero Roosevelt también sabía que el mercado libre nunca ha sido una licencia para quitar libremente todo lo posible del mayor número posible.  (Aplausos.)  Entendió que el mercado libre funciona solo cuando hay reglas en común que aseguren una competencia leal, libre y honesta.  Y por eso desconcentró los monopolios, forzando a esas empresas a competir por los consumidores con mejores servicios y mejores precios. Y todavía hoy tienen que hacerlo.  Luchó para asegurar que los negocios no pudieran sacar ganancias mediante la explotación de niños o mediante la venta de alimentos o medicamentos peligrosos. Y todavía hoy no pueden hacerlo.   

Y en 1910, Teddy Roosevelt vino aquí a Osawatomie y detalló su visión de lo que llamaba un Nuevo Nacionalismo. “Nuestro país”, dijo, “... no significa nada si no significa el triunfo de la verdadera democracia... de un sistema económico bajo el cual a cada hombre se le garantice la oportunidad de demostrar lo mejor de que es capaz”.  (Aplausos.)  

Bueno, por haber dicho esto, a Roosevelt lo llamaron radical. Lo llamaron socialista -- (risas) -- hasta comunista.  Pero hoy somos una nación más rica y una democracia más fuerte gracias a las ideas para las que él luchaba en su última campaña: una jornada laboral de ocho horas y un salario mínimo para las mujeres -- (aplausos) -- seguros para los desempleados y para los ancianos, y los discapacitados, reformas políticas y un impuesto progresivo sobre los ingresos.  (Aplausos.)

     Hoy, más de 100 años después, nuestra economía ha pasado por otra transformación. Durante las últimas décadas, importantes avances en la tecnología han permitido a las empresas hacer más con menos, y la tecnología también les ha facilitado armar negocios y contratar personal en cualquier parte del mundo que deseen. Y muchos de ustedes conocen, de primera mano, las dolorosas alteraciones que esto ha supuesto para muchos estadounidenses.   

Las fábricas de las que la gente pensaba jubilarse, de un momento a otro se trasladaron a tierras de ultramar, donde los trabajadores cobraron menos. Las fundidoras que antes requirieron 100 -- o sea 1,000 empleados, ahora pueden hacer el mismo trabajo con 100 empleados y, así, las despedidas, en demasiados casos, se vuelven permanentes, y no una mera parte transitoria del ciclo económico.  Y estos cambios no afectaron solo a los obreros. Si usted antes era cajero en un banco, operador telefónico o agente de viajes, vio como se reemplazaron a muchos de su profesión por cajeros automáticos y por el Internet. 

Hoy, hasta los trabajos especializados, como los contadores o los mandos medios, pueden subcontratarse a países como China o India. Y si tiene un trabajo que puede realizarse a menor costo por computadora o por alguien en otro país, no tiene mucho en que apoyarse al momento de pedirle al jefe una alza salarial o mejores beneficios laborales, especialmente ahora que son menos los estadounidenses afiliados a un sindicato.

Bueno, justo como había en la época de Teddy Roosevelt, hay ciertas personas en Washington que, durante las últimas décadas, han querido responder a estos problemas económicos con las mismas ideas de siempre: “El mercado se encargará de arreglarlo todo”, nos dicen.  Si solo revocáramos más reglamentos y redujéramos más los impuestos -- especialmente para los ricos -- nuestra economía se fortalecería. “Claro”, nos “dicen, habrá ganadores y perdedores. Pero si prosperan mucho los ganadores, luego con el tiempo el trabajo y la prosperidad irán filtrándose a los demás. Y”, continuando su argumento, “aun si la prosperidad no se filtra, bueno, eso es el precio de la libertad”.

Bueno, es una teoría simple. Y hay que reconocer que es una teoría que incorpora  nuestro fuerte individualismo y nuestro sano escepticismo hacia un gobierno demasiado grande. Esto está en el ADN de Estados Unidos. Y es una teoría que cabe muy bien en una pegatina de parachoques.  (Risas.)  Pero el problema es el siguiente: No funciona.  Nunca ha funcionado.  (Aplausos.)  No funcionó cuando la intentaron durante la década anterior a la Depresión.  No fue el motor de los increíbles economías de alza de la posguerra en los 50 y los 60.  Y no funcionó cuando la intentamos en la década más reciente.  (Aplausos.)  Es decir, y hay que entenderlo, no es como si nunca hubiéramos intentado aplicar esta teoría. 

Recuerden que en esos años, en 2001 y 2003, el Congreso aprobó dos de las reducciones de los impuestos a los ricos más costosas de la historia.  ¿Y adónde nos llevaron? Al más lento crecimiento en los puestos de empleo en medio siglo.  A déficits masivos que nos han hecho mucho más difícil costear las inversiones que permitieron el crecimiento de este país y que ofrecieron la seguridad básica que permitió a millones de estadounidenses entrar en la clase media y mantenerse ahí -- inversiones como la educación y la infraestructura, la ciencia y la tecnología, Medicare y el Seguro Social. 

Recuerden que en esos mismos años, gracias a algunas de las mismas personas que ahora controlan el Congreso, tuvimos un sistema reglamentario débil y poca supervisión, ¿y adónde nos llevó?  A compañías de seguros que alzaron las primas de seguro con impunidad y que denegaron la atención a los pacientes enfermos, a bancos hipotecarios que engañaron a las familias para que compraran casas por encima de sus posibilidades, a un sector financiero donde la irresponsabilidad y la falta de una supervisión básica por poco destruyeron por completo nuestra economía. 

Simplemente no nos podemos permitir regresar a estas teorías económicas de “cuídate tú solo” si vamos a estar serios en nuestra intención de re fortalecer a la clase media en este país. (Aplausos.)  Sabemos que no lleva a una economía fuerte. Lleva a una economía que invierta demasiado poco en su población y en su futuro.  Sabemos que no lleva a una prosperidad que se filtra.  Lleva a una prosperidad de la que gozan cada vez menos de nuestros ciudadanos.  

Miren las estadísticas.  En las últimas décadas, los ingresos promedio del uno por ciento superior han subido más del 250 por ciento, a $ 1.2 millones por año.  No estoy hablando de millonarios, de personas que tienen un millón de dólares.  Estoy hablando de las personas que ganan un millón de dólares todos los años.  Para la centésima parte superior del uno por ciento superior, los ingresos promedio anuales son de $ 27 millones por año.  El director general promedio que antes ganaba 30 veces más del salario de sus trabajadores ahora gana 110 veces más de ese salario. Y, sin embargo, durante la última década, los ingresos de la mayoría de los estadounidenses se han reducido, en términos reales, en un 6 por ciento.

Ahora, una desigualdad así -- que alcanza un nivel no visto desde la Depresión -- nos perjudica a todos.  Cuando las familias de clase media ya no pueden comprar los bienes y servicios que venden las empresas, cuando las personas no pueden mantenerse en la clase media, afecta a toda la economía, de arriba a abajo.  Estados Unidos fue fundado a base de la idea de una prosperidad amplia, de consumidores fuertes por todo el país.  Es por eso que un director general como Henry Ford adoptó la intención de pagar a sus trabajadores lo suficiente para permitirles comprar los carros que él fabricaba.  Es por eso, también, que un estudio reciente demostró que los países con los menores índices de desigualdad suelen tener un crecimiento económico más fuerte y más estable a largo plazo

La desigualdad también distorsiona nuestra democracia.  Les permite una voz desbordante a los pocos que puedan permitirse contratar a cabilderos bien pagados y hacer donaciones ilimitadas a campañas electorales, y pone a nuestra democracia en riesgo de ser comprada por el mejor postor.  (Aplausos.)   Produce en todos una sospecha justificada de que el sistema en Washington va en su contra y que nuestros representantes elegidos no buscan servir los mejores intereses de la mayoría de los estadounidenses.  

Pero está en riesgo algo aun más fundamental.  Una desigualdad de este tamaño convierte en mentira la promesa fundamental de Estados Unidos: que esto es un lugar donde uno puede alcanzar el éxito si está dispuesto a hacerel intento.  Decimos a la gente -- decimos a nuestros niños -- que en este país, aun si nace sin nada, si trabaja mucho podrá entrar en la clase media.  Les decimos que los niños de ellos tendrán la oportunidad de tener aun más éxito que ellos.  Es por eso que, históricamente, han venido tantos inmigrantes de todo el mundo a nuestras costas. 

Y, sin embargo, durante las últimas décadas, los escalones en la escalera de la oportunidad se han hecho cada vez más distantes y la clase media se ha reducido.  Por ejemplo, unos pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, un niño que nació en la pobreza tenía una posibilidad un poco mayor del 50 por ciento de entrar en la clase media como adulto.  Para 1980, esa posibilidad había caído a más o menos un 40 por ciento.  Y si sigue la tendencia de aumento en la desigualdad de las últimas décadas, se estima que un niño nacido hoy solo tendrá una posibilidad en tres de entrar en la clase media -- un 33 por ciento. 

Ya es bastante desalentador que haya millones de familias trabajadoras en este país que ahora se ven forzadas a llevar a sus niños a un banco de alimentos para obtener una comida decente.  ¿Pero la idea de que esos niños pudieran nunca tener la posibilidad de superar esa situación, y entrar otra vez en la clase media, sin importar cuánto trabajan?  Eso no tiene excusa.  Es injusto.  (Aplausos.)  Va en contra de todos nuestros valores.  (Aplausos.)

Pues bien, afortunadamente eso no es un futuro que tenemos que aceptar, porque hay otra visión de cómo podemos construir una clase media fuerte en este país -- una visión que está mejor alineada con nuestros valores históricos, una visión que fue aceptada, en el pasado, por personas en ambos partidos políticos durante más de 200 años. 

No es una visión que dice que de alguna manera debemos volver a la tecnología del pasado o erigir un muro alrededor de los Estados Unidos.  No es una visión que dice que debemos penalizar las ganancias o el éxito, ni pretender que el gobierno sabe como arreglar todos los problemas de la sociedad.  Es una visión que dice que en los Estados Unidos somos mejores juntos -- cuando todos actúan de manera justa y todos tienen una buena oportunidad y todos aportan lo suyo.  (Aplausos.)   

Entonces, ¿qué significa esto para el restablecimiento de la seguridad de la clase media en la economía de hoy?  Bueno, comienza por asegurar que todos en Estados Unidos tengan una buena oportunidad de tener éxito.  Lo cierto es que nunca vamos a poder competir con otros países a base de cuál país es el mejor para permitir a las empresas pagar los sueldos más bajos, o cuál es el mejor para desarticular los sindicatos laborales, o cuál es el mejor para permitir a las empresas contaminar el medio ambiente lo más que quieran.  Eso es una carrera a la baja que no podemos ganar, y no deberíamos querer ganar esa carrera.   (Aplausos.)  Esos países no tienen una clase media fuerte.  No tienen nuestro nivel de vida. 

La carrera que sí queremos ganar, la carrera que sí podemos ganar, es la carrera hacia lo alto -- la carrera hacia buenos trabajos que paguen bien y ofrezcan seguridad a la clase media.  Las empresas crearán esos empleos en los países con los trabajadores más especializados y mejor educados, con el transporte y la comunicación más avanzados y con el mayor compromiso con la investigación y la tecnología. 

El mundo se está cambiando a una economía de innovación y nadie maneja mejor la innovación que los Estados Unidos.   No hay nadie que lo haga mejor.  (Aplausos.)  Nadie tiene mejores colegas.   Nadie tiene mejores universidades.   Nadie tiene mayor diversidad de talento e ingenuidad.   Ni los trabajadores o emprendedores de nadie más cuentan con tanto impulso u osadía. Nuestras fortalezas de siempre concuerdan perfectamente con las demandas del momento.  

Pero tenemos que encontrarnos con el momento.  Tenemos que mejorar nuestro juego.  Tenemos que recordar que solamente podemos hacerlo si lo hacemos juntos.  Empieza con hacer que la educación sea una misión nacional-- una misión  nacional. (Aplausos.)Gobierno y negocios, padres de familia y ciudadanos. En esta economía, una educación superior es la ruta más segura para la clase media.  La tasa de desempleo para los estadounidenses con una carrera universitaria es de casi la mitad del promedio nacional.   Y sus ingresos son dos veces más altos que los de aquellos que no cuentan con un diploma de preparatoria.  Esto quiere decir que no deberíamos estar despidiendo a buenos maestros ahora -- deberíamos estar contratándolos.  (Aplausos.)  No deberíamos de esperar menos de nuestras escuelas, deberíamos estar esperando más.   (Aplausos.)  No deberíamos estar haciendo que el ir a la universidad sea cada vez más difícil-- deberíamos ser un país en donde todos tengan la oportunidad de ir y que no tengan que acumular una deuda de $100,000 solamente porque fueron.    (Aplausos.)  

En la economía de innovación de hoy, también necesitamos un compromiso de clase mundial hacia la ciencia y la investigación, la siguiente generación de manufactura de alta tecnología.   Nuestras fábricas y nuestros trabajadores no deberían estar inactivos.  Deberíamos de estar dando la oportunidad a la gente para que adquieran nuevas destrezas y capacitación en los colegios comunitarios, para que puedan aprender cómo hacer aeroturbinas y semiconductores y baterías de alta potencia.  Y por cierto, si no tenemos una economía edificada sobre burbujas y especulación financiera, apoco no todos nuestros mejores y más brillantes gravitarían hacia una carrera en la banca y las finanzas.  (Aplausos.)  Porque si queremos una economía con una construcción duradera, necesitamos más de esa gente joven involucrada en ciencia e ingeniería.  (Aplausos.)  Este país no debe conocerse por malas deudas y ganancias falsas.  Nos deben conocer por crear y vender productos en todo el mundo que llevan el sello con tres orgullosas palabras: Hecho en los Estados Unidos. (Aplausos.)      

En la actualidad, los fabricantes y otras empresas están estableciendo negocios en los lugares que tienen la mejor infraestructura para enviar sus productos, mover sus trabajadores y comunicarse con el resto del mundo.  Y es por eso que más de 1 millón de trabajadores de la construcción que perdieron sus empleos cuando el mercado de bienes raíces colapsó, no deben estar sentados en casa sin nada que hacer. Deben estar reconstruyendo nuestras carreteras y nuestros puentes, colocando vías ferroviarias y banda ancha más rápidas, modernizando nuestras escuelas --(Aplausos.) -- todas las cosas que están haciendo otros países para atraer buenos empleos y negocios hacia sus costas.     

Sí, las empresas y no el gobierno, siempre serán el generador principal de buenos empleos con ingresos que levantan a la gente a la clase media y la mantienen ahí.  Pero como nación, siempre nos hemos unido a través de nuestro gobierno, para ayudar a crear las condiciones en donde los trabajadores y las empresas pueden triunfar. (Aplausos.)  Esto no ha sido una idea partidaria históricamente.  Franklin Roosevelt trabajó con los demócratas y republicanos para dar a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial -- incluyendo mi abuelo Stanley Dunham -- la oportunidad de ir a la universidad con la propuesta de ley  G.I.  El presidente republicano Dwight Eisenhower, un orgulloso hijo de Kansas -- (Aplausos.) -- fue el que empezó el Sistema Interestatal de Autopistas, y duplicó la ciencia e investigación para mantenerse a la delantera de los soviéticos.  

Está claro que estas inversiones productivas cuestan dinero.  No son gratis.  Así que todos hemos pagado por estas inversiones al pedirles a todos que hagan lo que les corresponde.  De hecho, si tuviéramos recursos ilimitados, nadie tendría que pagar impuestos y nunca tendríamos que recortar el gasto.   Pero no tenemos recursos ilimitados.  Así que tenemos que fijar prioridades.  Si queremos una clase media más fuerte, entonces nuestro código impositivo debe reflejar nuestros valores.  Tenemos que tomar opciones.  

Y hoy, esa opción está muy clara.  Reducir nuestro déficit, ya firmé casi $1 billón de recortes de gastos en leyes y he propuesto más billones, incluyendo reformas que reducirían los costos de Medicare y Medicaid.  (Aplausos.)  

Pero para poder cerrar estructuralmente el déficit, y poner la casa fiscal en orden, tenemos que decidir cuáles son nuestras prioridades.  Y ahora, inmediatamente, a corto plazo, necesitamos ampliar un recorte de impuestos de nómina que está programado para vencerse a fin del mes.  (Aplausos.)  Si no lo hacemos, 160 millones de estadounidenses, incluyendo la mayoría de la gente presente aquí, verá como sus impuestos suben en un promedio de $1,000 a partir de enero y debilitará gravemente nuestra recuperación.  Eso es a corto plazo.   

A largo plazo, fundamentalmente tenemos que volver a pensar más sobre nuestro sistema tributario.  Tenemos que preguntarnos: ¿Queremos invertir en cosas que necesitamos como educación e investigación y manufactura de alta tecnología -- todas las cosas que nos hacen una súper potencia?  O ¿queremos mantener las ventajas fiscales para los estadounidenses ricos en nuestro país?  Porque no podemos darnos el lujo de las dos.  La política no se trata de eso.  Es simplemente matemáticas.  (Risas y aplausos.) 

Bien, hasta ahora, la mayoría de los amigos republicanos en Washington se han negado bajo cualquier circunstancia a pedir a los estadounidenses ricos que pasen a la misma tasa impositiva que pagaban cuando Bill Clinton era presiente.  Así que hagamos un viaje por el baúl de los recuerdos.   

Tengan en cuenta, que cuando el presidente Clinton propuso estos aumentos tributarios, la gente del Congreso predijo que esto mataría empleos y llevaría a otra recesión.  En lugar de eso, nuestra economía creció en casi 23 millones de empleos y eliminamos el déficit.  (Aplausos.)  Hoy, los estadounidenses ricos están pagando los impuestos más bajos que se han pagado en más de medio siglo.  Y no es igual que a principios de los años 50, cuando la tasa superior impositiva era de más del 90 porciento.  Ni tampoco es como a principios de los años 80, cuando la tasa superior impositiva era de casi 70 porciento.   Bajo el presidente Clinton, la tasa superior impositiva era de casi el 39 porciento.   Hoy, gracias a lagunas jurídicas y amparos, un cuarto de todos los millonarios pagan hoy tasas impositivas más bajas que las que pagan millones de ustedes, millones de familias de la clase media.  Algunos billonarios tienen incluso una tasa impositiva tan baja como del 1 porciento.  Uno porciento. 

Esta es la altura de la injusticia.  Está mal.   (Aplausos).  Está mal que en los Estados Unidos de América, un maestro o enfermera o un trabajador de la construcción, que tal vez ganan $50,000 al año, deban pagar una tasa impositiva mayor a la de alguien que está en el rango de $50 millones.   (Aplausos.)  Está mal que la secretaria de Warren Buffett pague una tasa impositiva más alta que Warren Buffett.  (Aplausos.)  Y por cierto, Warren Buffett está de acuerdo conmigo.  Al igual que la mayoría de los estadounidenses -- demócratas, independientes y republicanos.  Y sé que muchos de nuestros ciudadanos más ricos estarán de acuerdo en contribuir un poco más si esto implica reducir el déficit y fortalecer la economía que hizo posible su éxito.     

Esto no se trata de una guerra de clases sociales.  Se trata del bienestar de la nación.  Se trata de tomar las opciones que beneficien no solo a la gente que le ha ido fantástico en las últimas décadas, sino que beneficie a la clase media, y aquellos que están peleando por entrar a la clase media, y a toda la economía.   

Finalmente, una fuerte clase media sólo puede existir en una economía en donde todos juegan bajo las mismas reglas, desde Wall Street hasta los ciudadanos comunes.  (Aplausos.)  Igual de exasperante como fue para todos nosotros rescatar a los principales bancos del colapso, no sólo porque el estallido de una crisis financiera nos hubiera enviado a todos a una segunda depresión, sino porque necesitamos de un sector financiero fuerte y saludable en este país. 

Pero parte del trato fue que no regresarían a hacer sus negocios de la manera en que lo hacían.   Y es por eso que el año pasado establecimos nuevas reglas en el camino que se vuelven a enfocar en el sector financiero sobre lo que debe ser el núcleo de sus propósitos:   ofrecer capital a emprendedores con las mejores ideas, y proporcionar financiamiento a millones de familiar que quieren comprar una casa o enviar a sus hijos a la universidad.  

Ahora, todavía no llegamos ahí, y los bancos están peleando a cada pulgada del camino.  Pero ya estamos implementando algunas de estas reformas.  

Si usted es un banco grande o una institución financiera en riesgo, ahora tiene que escribir un "testamento vital" que muestre a detalle exactamente cómo pagará las facturas si falla, de manera que los contribuyentes no se encuentren en el anzuelo por los errores de Wall Street.   (Aplausos.)  También se establecieron límites sobre el tamaño de bancos y nuevas habilidades para que los reguladores desmantelen una firma que se va de pique.   La nueva ley prohíbe a los bancos hacer apuestas riesgosas con los depósitos de sus clientes, y quita bonos y salarios grandes a directores fallidos, y le da a los accionistas voz sobre los salarios ejecutivos.   

Esta es la ley que aprobamos.   Ahora estamos en el proceso de implementarla.  Todo esto se está poniendo en su lugar mientras hablamos.  Ahora, a menos que usted sea una institución financiera con un modelo empresarial basado en quebrantar la ley, engañar a los consumidores y hacer apuestas arriesgadas que pueden dañar a toda la economía, entonces no tienen nada que temer con estas nuevas reglas.  

Puede que algunos de ustedes sepan que mi abuela trabajo como banquero la mayoría de su vida -- y subió por la jerarquía, empezó como secretaria y acabó siendo vicepresidente de un banco.   Y sé por parte de ella, y sé por parte de todas las personas con las que he entrado en contacto, que la vasta mayoría de los banqueros y profesionales de las instituciones financieras quieren hacer lo correcto por sus clientes.   Quieren tener reglas establecidas que no los ponga en desventaja al tratar de hacer lo correcto.   Y aun así, los republicanos en el Congreso están peleando duro para asegurar que no se obligue el cumplimiento de estas reglas.  

Les voy a dar un ejemplo específico.   Por primera vez en la historia, las reformas que hemos aprobado colocan al consumidor como el organismo regulador encargado de proteger a diario a los estadounidenses, para que no se tome ventaja de ellos por parte de prestamistas hipotecarios o prestamistas de cheques de día de pago o recolectores de deudas.   Y el hombre que nominamos para este puesto, Richard Cordray, es un ex-procurador general de Ohio que tiene el apoyo de la mayoría de los procuradores, demócratas y republicanos, en todo el país.   Nadie dice que no está calificado.

Pero los republicanos en el Senado se niegan a confirmarlo para el puesto; se niegan a dejarlo que haga su trabajo.  ¿Por qué?  ¿Alguien piensa que el problema que nos condujo a nuestra crisis financiera fue mucho descuido de los prestamistas hipotecarios o recolectores de deuda?

AUDIENCIA: ¡No!

EL PRESIDENTE:   Claro que no.   Cada día que no tenemos un organismo regulador del consumidor es un día más en que un estudiante, un ciudadano de la tercera edad, o un miembro de las Fuerzas Armadas -- porque son muy vulnerables a este tipo de cosas -- sean engañados para aceptar un préstamo que no pueden costear -- algo que pasa todo el tiempo.   Y el hecho es que las instituciones financieras tienen suficientes grupos de presión que vigilan sus propios intereses.  Los consumidores merecen tener a alguien cuyo trabajo sea cuidar de ellos.  (Aplausos.)  Y tengo la intensión de asegurarme de que lo tengan.  Aplausos.)  Y quiero que me escuchen, Kansas: Voy a vetar cualquier esfuerzo de retrasar o desmantelar las nuevas reglas que hemos colocado.  (Aplausos.)

No deberíamos estar debilitando la vigilancia y la rendición de cuentas.  Deberíamos estar fortaleciendo la vigilancia y la rendición de cuentas.  Les doy otro ejemplo.  Con demasiada frecuencia hemos visto a empresas de Wall Street violar leyes principales antifraude, porque las sanciones son demasiado débiles y no hay castigo por repetir la misma ofensa. No más. Voy a pedir legislación que hace que las sanciones cuenten, de modo que las empresas no vean el castigo por violar la ley como sólo el precio de hacer negocios. (Aplausos.)

El hecho es que esta crisis ha dejado un enorme déficit de confianza entre Main Street y Wall Street.  Y los principales bancos que fueron rescatados por los contribuyentes de impuestos tienen la obligación de hacer un esfuerzo adicional para ayudar a eliminar ese déficit de confianza.  Como mínimo, deben poner remedio a los abusos del pasado de hipotecas que provocaron la crisis financiera.  Deberían estar esforzándose por mantener a los propietarios responsables en sus casas.  Vamos a seguir presionándoles a dar más tiempo a los propietarios desempleados a buscar trabajo sin tener que preocuparse de perder su casa inmediatamente.

Los bancos grandes deben incrementar el acceso a las oportunidades de refinanciación para prestatarios que aun no se han beneficiado de tasas de interés históricamente bajos.  Y los bancos grandes deben reconocer que, precisamente porque estas medidas responden al interés de familias de clase media y al de la economía en general, sino que también responden al interés financiero a largo plazo de los propios bancos.  Lo que será bueno para los consumidores a largo plazo será bueno para los bancos. (Aplausos.)

Invertir en cosas como la educación que da a todos la oportunidad de tener éxito.  Un código tributario que asegura que todos paguen su parte justa.  Y las leyes que garantizan que todo el mundo siga las reglas.  Eso es lo que va a transformar nuestra economía.  Eso es lo que va hacer crecer nuestra clase media otra vez.  Al final, la reconstrucción de esta economía basada en el juego limpio, una oportunidad justa y una participación equitativa requerirá que todos nosotros veamos que tenemos un interés en nuestro éxito mutuo. Y requerirá que todos nosotros asumamos cierta responsabilidad.

     Requerirá que los padres participen más en la educación de sus hijos.  Requerirá que los estudiantes a estudien más. (Aplausos.)  Será necesario que algunos trabajadores empiecen a estudiar de nuevo. Exigirá una mayor responsabilidad de los propietarios de viviendas para que no obtengan hipotecas fuera de su alcance monetario. Es necesario recordar que si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo es.

Será necesario que aquellos de nosotros en el servicio público hagamos un gobierno más eficiente y más eficaz, más favorable al consumidor, más sensible a las necesidades de la gente.  Es por eso que estamos recortando programas que no necesitamos para pagar por aquellos que si necesitamos. (Aplausos.)  Es por eso que hemos hecho cientos de reformas normativas que les ahorrará miles de millones de dólares a las empresas.  Es por eso que no estamos solamente tirando el dinero a la educación, estamos retando a las escuelas a producir a las reformas más innovadoras y los mejores resultados.

Y requerirá que los dirigentes empresariales americanos entiendan que sus obligaciones no terminan con los accionistas. Andy Grove, el legendario y antiguo director ejecutivo de Intel, lo dijo mejor.  Él dijo: "Hay otra obligación que siento personalmente, ya que todo lo que he logrado en mi carrera, y mucho de lo que Intel ha logrado ... fue posible gracias a un clima de democracia, un clima económico y un clima de inversión proporcionados por los Estados Unidos".

     Esta obligación más amplia puede tomar muchas formas. En un momento en que el costo de la contratación de trabajadores en China está aumentando rápidamente, significa que más ejecutivos de empresas decidirán traer los trabajos de nuevo a Estado Unidos -- (aplausos) -- no sólo porque es bueno para los negocios, sino porque es bueno para el país que hizo su empresa y su éxito personal  posible. (Aplausos.)

     Pienso en las Tres Grandes compañías automotrices, que durante las recientes negociaciones, acordaron la creación de más puestos de trabajo y automóviles aquí en los Estado Unidos, y luego decidieron dar bonificaciones no sólo a sus ejecutivos, sino a todos sus empleados, por lo que todos se invirtieron en el éxito de la empresa. (Aplausos.)

Pienso en una empresa con sede en Warroad, Minnesota.  Se llama Marvin Windows and Doors.  Durante la recesión, los competidores de Marvin cerraron decenas de plantas, despidieron a cientos de trabajadores. Pero Marvin no despidió a ni un solo de sus 4,000 y tantos empleados – ni uno solo. De hecho, sólo han despedido a trabajadores una vez en más de cien años.  El abuelo del Sr. Marvin hasta  mantuvo a sus ocho empleados durante la Gran Depresión.

Ahora, en Marvin, cuando llegan los tiempos difíciles, los trabajadores acuerdan en renunciar a algunos beneficios y a parte de su paga, y también lo hacen los propietarios.  Como uno de los propietarios, dijo, "No puede uno crecer si recorta la fuente de vida – y eso lo es la habilidad y la experiencia que la fuerza de trabajo entrega".  (Aplausos.)  Para el director ejecutivo de Marvin, se trata de la comunidad. Él dijo, "Estas son personas con quienes fui a la escuela.  Vamos a la iglesia con ellos.  Los vemos en los mismos restaurantes.  De hecho, muchos de nosotros nos hemos casado con mujeres y hombres locales.  Podríamos estar en cualquier lugar, pero estamos en Warroad".

Así es como los Estados Unidos fue construido.  Es por eso que somos la mejor nación en la Tierra.  Eso es lo que nuestras mejores empresas entienden.  Nuestro éxito nunca ha sido solamente acerca de la supervivencia del más apto.  Se trata de construir una nación donde todos estamos en mejor situación.  Nos unimos. Cooperamos. Hacemos nuestro parte.  Creemos que el trabajar arduamente dará frutos, que la responsabilidad será recompensado, y que nuestros hijos heredaran un país donde estos los valores perdurarán.  (Aplausos.)

     Y esta es la creencia que inspiró a miles de estadounidenses a reunirse en Osawatomie -- (aplausos) -- tal vez incluso algunos de sus antepasados ​​- en un lluvioso día hace más de un siglo atrás.  En tren, en carreta, en calesa, en bicicleta, a pie, llegaron a escuchar la visión de un hombre que amaba a su país y estaba decidido a perfeccionarlo.

     "Todos somos americanos", Teddy Roosevelt les dijo ese día. "Nuestros intereses comunes son tan amplios como el continente".  En los últimos años de su vida, Roosevelt llevó consigo el mismo mensaje por todo el país, del pequeño Osawatomie al corazón de la ciudad de Nueva York, creyendo que sin importar a dónde fuera, sin importar con quién estaba hablando, todo el mundo se beneficiaría de un país en el que todos tienen una oportunidad justa. (Aplausos.)

Y así, bien adentrado en nuestro tercer siglo como nación, hemos crecido y hemos cambiado de muchas maneras desde la época de Roosevelt.  El mundo es más rápido y el campo de juego es más grande y los desafíos son más complejos. Pero lo que no ha cambiado - lo que nunca puede cambiar - son los valores que nos han llevado tan lejos.  Todavía tenemos un interés en el éxito mutuo. Todavía creemos que este debe ser un lugar donde se puede lograr si se hace el esfuerzo.  Y todavía creemos en las palabras de aquel hombre que pidió por un nuevo nacionalismo hace todos esos años, "La regla fundamental de nuestra vida nacional", dijo, "la norma que subyace a todas los demás - es que, en su conjunto, y a largo plazo, vamos a ascender o descender juntos.  "Y creo que Estados Unidos está en camino ascendiente”. (Aplausos.)

Gracias.  Que Dios los bendiga.  Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América. (Aplausos.)